Amediados de mayo, el FC Barcelona anunció que Jordi Cruyff se desvincularía del club, a fecha 30 de junio, para emprender nuevos proyectos profesionales. No sabemos cuáles. Tampoco supimos los motivos de fondo de su marcha, anunciada en ese extraño momento en que Mateu Alemany parecía que se iba para el Aston Villa, que Xavi pedía más galones para Jordi y que Deco ya merodeaba las instalaciones del Camp Nou, rimando siempre sus versos alejandrinos. Jordi Cruyff, honesto y sensato, se tuvo que tragar algunos sapos en el Barça. El peor, ver cómo se sacaba a Ronald Koeman por la puerta de atrás, siendo íntimo suyo y teniendo responsabilidades en el momento del despido.
Lo que sí se intuye, pasados los meses, es que el Barça echa de menos a esta figura que parecía complementarse tan bien con Xavi. No solo porque hicieran tándem en la candidatura de Víctor Font, de la que se desmarcaron en la penúltima curva, sino porque ya como responsables futbolísticos del Barça, Xavi y Jordi hablaban el mismo lenguaje futbolístico. Y charlaban constantemente, por aquello de que cuatro ojos ven más que dos. El propio Xavi, en el momento del adiós de Jordi, repitió una frase hasta la saciedad ante la prensa: “A mí me ha ayudado muchísimo”. Y era cierto.
Uno tiene la sensación que el entrenador, ahora, está un poco más solo, más huérfano sin la mirada de Jordi a su lado, a veces consejero prudente, a veces cómplice con un largo silencio, pero siempre comprensivo y fiel al entrenador. En la tarde triste del pasado sábado, después del Barça-Madrid de Montjuïc, Jordi habría estado al lado de Xavi, cuando más lo necesitaba.