Take Kubo puso su magia y su instinto al servicio del equipo y Martin Zubimendi, su dirección, su habilidad para llegar de segunda línea, además de sus 206 huesos y 639 músculos. Fue una exhibición física y de fútbol del pivote donostiarra, ahora mismo quizá el elemento más insustituible del equipo por la marcha de Illarra y Guevara.
Desde el inicio se le vio al donostiarra gozar con la pelota y conectar con facilidad con los interiores. También se metió entre los centrales para iniciar el juego y se batió en duelo con Boyé en balones divididos que casi siempre ganó.
El partido se rompió en un balón que cortó el donostiarra, que se apoyó en Oyarzabal para lanzar la transición con Brais y Kubo. Pero es que participó decisivamente en cuatro de los cinco goles: se pegó el carrerón en conducción del segundo, aunque al final se le escapó un tanto el cuero, anotó el tercero y condujo y trazó uno de sus pases verticales hacia Oyarzabal en el cuarto. Una aportación decisiva en el juego y en los goles.
Fue su quinto tanto en 147 partidos en el primer equipo. Aprovechó la buena dejada de Brais para trazar una parábola a media altura imparable para el portero, con más clase que potencia. Fue la sentencia para el Granada, aunque todavía había partido.
Zubimendi acudirá ahora a la llamada de una selección en la que le tapa el camino a la titularidad un tipo como Rodri, que decide finales de Champions. En LaLiga no es fácil ver a un pivote más completo y con tamaña capacidad física y técnica.
No es extraño que el Atlético de Madrid quisiera llevárselo este verano, aunque haciendo una oferta ridícula a la Real, inaceptable. Tampoco el de Ulia se habría ido, ni por los 60 ‘kilos’ de su cláusula.
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